DELMIRA AGUSTINI MUJER O ANARQUISTA

sk ..colaboracion dede la isla de lobos Consideraciones sobre la vida y la obra de Delmira Agustini La crítica literaria y sus operaciones. En su «Prólogo» a Los cantos de la mañana, Manuel Pérez y Curis introduce a Delmira Agustini con términos elogiosos, en los que se transparentan las operaciones de la crítica literaria de la época para admitir su escritura poética y, al mismo tiempo, la intención de ajustar una interpretación de esta poesía peligrosa. (Pérez y Curis,1910: 177-179). La autora de este trabajo ha optado por hacer una lista de los conceptos de Pérez y Curis que se pueden analizar a efectos de la línea de trabajo elegida: la «figura gallarda» (¿de galán, de bizarro?); la «arrogancia viril de sus cantos»; «el poeta»; «la frescura juvenil del título[…]», que parece no advertir (niega) la potencia del vampiro y el desborde erótico y pasional, a veces gótico, entre otros aspectos a destacar. Connotados intelectuales y críticos literarios van a producir elogiosos comentarios, pero, al mismo tiempo, infantilizan y domestican a Delmira. En ese sentido, Carla Giaudrone señala que un sector mayoritario de la crítica habla de un estilo «ripioso, desmesurado e, incluso, aberrante» (Giaudrone, 2005: 92). Zum Felde, por su parte, (1944: 29-30) justifica el uso de virilidad, ante la falta de otra palabra para designar la inteligencia femenina, y sugiere que fue casta a la boda (esto le impuso rectificaciones posteriores). Se le debe a Rodríguez Monegal, representante de la Generación del 45, una lectura despojada del doble discurso previo, y un retrato encarnado de «[…] la poeta que no miente, porque canta desde la dimensión misma de su ardor.» (Rodríguez Monegal, 1969: 49), y plantea un misterio a develar: «[…] lo único oscuro es saber por qué […] seguía haciéndose la Nena» (op. cit.: 35-43). ¿Qué esperaba la sociedad burguesa de la mujer? La sociedad burguesa esperaba de la mujer sometimiento y abnegación. Barrán describe, en ese sentido, a «la mujer con dedal». (Barrán, 1990: 163-165). El discurso social es vertebrado por una serie de conceptos del modelo correctivo: caída, vergüenza, entrega, histeria… (op. Cit.: 175). La mujer no tiene voz en el mundo social, salvo que una figura masculina la legitime. Si escribe, se le reservan la poesía y el diario íntimo. Cambiando de perspectiva, en esa misma época, la mujer proletaria se empieza a hacer escuchar; aparece en Buenos Aires el primer periódico escrito por mujeres, La voz de la mujer, con Virginia Bolten a la cabeza. El lema: Ni dios, ni patrón, ni marido. En Uruguay está surgiendo el anarcobatllismo, integrado por algunas mujeres. Delmira, estrategias y operaciones para autorizarse. Delmira, en su obra, se abre al mundo social. En el siglo XIX e inicios del XX se establecen líneas entre lo íntimo y lo privado. (Barrán, 2001: 16-18). En ese sentido, la poeta circula entre las dos esferas, sin fronteras precisas. Al analizar su obra y su discurso, se advierte una dislocación entre su escritura y la sociedad; esto ha llevado a Rodríguez Monegal a estudiar las estrategias dobles de que se valió Delmira, en una oscilación entre la Nena y la pitonisa. (R. M., op. cit.: 35-43). Por una parte, la Nena, hija de una madre posesiva, en un hogar en que los varones no tienen voz, salvo el ser sus lectores e interventores, y, por otra parte, la pitonisa que escribe en su nocturno insomnio… Al mismo tiempo, ha de cumplir con sus deberes matrimoniales. La Nena escribe cartas pueriles al novio; la pitonisa maneja un abundante lenguaje erótico y pasional. Para autorizarse, debe producir operaciones en su discurso. En su trabajo en la revista La Alborada, que firma Joujou (pienso en la homofonía: ¿bijou, jouer?), en su Legión etérea, hace semblanzas de mujeres que preservan el ideal femenino impuesto por la sociedad burguesa de la época. A esta altura, se hace necesario destacar la semblanza de Aurora Curbelo, (Agustini, D.,1903) en la que presenta su otro modelo de ser mujer: «Aurora […] la mujer del porvenir, la mujer de la sociedad y el hogar […] moralmente viril […]». (N. Sanguinetti, 2014: 58). Giaudrone (op. cit.: 83) introduce, para esta otra máscara de Delmira, la palabra femme fatale, y plantea que se trató de una estrategia cautelosa por parte de alguien que se veía forzada a negociar con la sociedad patriarcal que legitimaba a la Nena. Para finalizar, un aspecto, que me parece destacable y no menor, es el viraje de Delmira Agustini, desde la mujer-sujeto-pasivo del deseo del varón, a la mujer-sujeto-deseante, dueña de su deseo.